Santo Tomé y Príncipe

Santo Tomé y Príncipe IV: viviendo el Sur, monos y espíritus

cao grande santo tome y principe

Después de la visita al terreno deforestado para el cultivo de aceite de palma nos volvimos a tiempo a Porto Alegre para asistir a una misa. Dicho así, y viniendo de mí, suena bastante raro. Lo que ocurre es que la gente del pueblo quería que acudiéramos justo ese día porque la celebración en la iglesia trataba sobre “manifestaciones”, es decir, provocar que el diablo se manifieste en una persona y su consiguiente exorcismo. Y algunos tenían fe en que si veíamos estas cosas comenzaríamos incluso a creer en Dios, en el diablo o en el más allá. Si bien es cierto que la gente se lamentaba porque el cura angoleño que había antes –y al cual conoceríamos en la isla de Príncipe– era capaz de hacer que treinta personas se “manifestaran” al mismo tiempo y el novato que había ahora,  a duras penas conseguía un solo caso.

Con todo el escepticismo del mundo, pero con mucha curiosidad, nos dirigimos a una de las iglesias del pueblo, concretamente la que profesaba el culto de La Iglesia Universal de Dios. Cuando entramos a la sala, vimos a todos los asistentes gritar al techo y cada uno recitaba diferentes palabras; nos explicaron que estaban pidiendo cosas a Dios –a grito pelado, sí-. Comenzó la misa y al principio todo era muy animado, los asistentes bailaban, cantaban y daban palmas.

El pastor gesticulaba y se desgañitaba para cantar bien alto y hasta en ocasiones se asemejaba mucho a un concierto de rap. Pero una vez leído un pasaje de la biblia con mucho fervor y pasión, comenzó el turno de las “manifestaciones” en el que instaron a la gente a acercarse al altar. Si vais a una misa de esta orden religiosa veréis que el pastor tiene muchos ayudantes, son los obreros. Es necesario que haya un buen número de éstos a disposición pues a menudo cuando alguien “está poseído”, éste muestra una fuerza descomunal que necesita a al menos cuatro personas para sujetarlo (yo lo he visto). De pronto la iglesia se convirtió en una cacofonía de gritos que bien podría hacer que Satán apareciera, pero para quejarse del ruido. Tanto el pastor como los obreros iban de uno en uno sujetando la cabeza de cada feligrés y recitando una retahíla de frases a la oreja de las que apenas podía entender “Satán” y “sal de ahí” o “manifiéstate”. Nosotras alucinábamos. Tampoco intentaron que nos manifestásemos, supongo que estaba claro que veníamos a mirar. Llegó un momento en el que escuchar al mismo tiempo a tantas personas recitando este tipo de oraciones  agobiaba tanto que bien sería fácil desmayarse… y de pronto cayó una señora. La mujer estaba en trance, tenía una expresión en la cara totalmente diferente; aunque tuviera los ojos abiertos, no miraba a nada en concreto. Intentaba caminar y moverse pero los obreros la contenían para que no se hiciera daño. El pastor siguió dando la misa mientras la señora despeinada gemía y se intentaba zafar de los que la sujetaban. Y a la gente le parecía de lo más normal. No me extraña, a la ceremonia acudían también muchos niños, viven estas supuestas posesiones satánicas desde la infancia. Finalmente el cura inició un rito de expulsión, gritando a Satán que se fuera del cuerpo y los demás asistentes teníamos que ayudar vociferando al unísono sus palabras. Al cabo de un rato la mujer volvió a la normalidad aunque tan exhausta que tuvo que recostarse en seguida en un banco.

vecina de Porto Alegre comer en la jungla

Durante la cena tuvimos una conversación en el bar de Ñiana (la cual hace de obrera) sobre lo que habíamos visto. Todos estaban convencidos de que alguien había acudido a un curandero para hacerle un hechizo a aquella señora y que en la iglesia ésta se había podido liberar del malvado espíritu. Nosotras estábamos convencidas de que la mujer no había actuado, pero que sí podría haber sido hipnotizada. Al fin y al cabo la hipnosis existe y nos parecía la explicación más razonable; tanta reiteración de oraciones, ese mantra prolongado y sin sentido… sumado a su fe inquebrantable podría haber provocado que saliera de sí. 

De todos modos esto no era nada comparado a lo que veríamos en la isla de Príncipe en dónde la gente desgarrándose la ropa, haciéndose daño y chillando sí que nos hizo pensar en algo más que una sesión de hipnosis, pero eso vendrá más tarde.
Era gracioso porque en el bar estábamos P. (el español residente en Porto Alegre del que os hablé en el anterior post), varios obreros de la iglesia, el pastor y un pescador que aseguraba que P. era su amuleto para pescar más peces. Así que os podéis imaginar que nadie apoyaba nuestra tesis. Las botellas de vino se sucedieron en el bar de Ñiana y acabamos hablando de cosas más banales como política o economía.

cascada

Al día siguiente no tenía ni idea de a lo que iba. Pensé que los lugareños nos habían invitado a darnos unos buenos chapuzones en unas maravillosas cascadas y que haríamos una barbacoa con ellos en la naturaleza (nosotras llevábamos pescados).
Primero condujimos hasta un paraje empantanado con Cao Grande de fondo hasta que el vehículo no podía avanzar más. Seguimos unos cuarenta minutos caminando sobre un fango que cubría los tobillos y con miedo a que apareciera la cobra preta. El calzado se había convertido en un inconveniente en esos momentos, lo mejor era quitárselo para evitar resbalarse.

carretera de santo tome y principe

Finalmente llegamos a un descampado junto a un naranjal y una selva de árboles frutales tan variados, que no sabías qué fruto escoger primero. Como en el bar, en estos momentos éramos un grupo bastante variado: un cura que hace exorcismos, un cazador, un recolector de fruta –al que vi trepar a un árbol de unos 30 metros de altura-, Joao, P. y unas turistas blancuchas que nadie sabe muy bien cómo han llegado a la isla.
El cazador dijo que se iba a coger un mono, pero no me lo terminé de creer. Mientras tanto nos pusimos moradas de frutas de todo tipo y los compañeros de aventuras le dieron a base de bien al vino de palma recién cogido del árbol.

cazador de monosvacas

De pronto el cazador volvió con un macaco en la mano y una escopeta en la otra con el que tuve una breve conversación. Me impactó la cara tan humana y abatida del animal.

—¿Es verdad que has salido a cazar con una sola bala?
— Sí, claro.
— ¿Tan seguro estabas de acertar?
­— Es que es imposible fallar, a veces incluso cazo dos monos de un tiro.

Se pusieron a colocar ramas a modo de una barbacoa rústica con palos, despellejaron el macaco con el que hicieron un estofado; asaron los pescados y frieron rodajas de fruto del pan.
Y no me iba a negar a probar el macaco si es lo que ellos comen… Os puedo decir que sabía a cordero, aunque más duro y menos grasiento.

joao

frutas

Cuando comenzó a anochecer nos fuimos del lugar para que la oscuridad no nos alcanzara en la selva. Pero ella nos ganó con creces y bueno, yo no había previsto que fuera necesario llevar una linterna para “ir a unas cascadas a darnos un chapuzón y hacer una barbacoa”.
Aunque a mitad de camino me bañara en un río ya casi de noche, no pude evitar llegar a Porto Alegre llena de suciedad… normal, es lo que tiene caminar por la selva de noche sin saber dónde pones los pies. Pero todo el cansancio se nos pasó con el “calulú” que nos había preparado Ñiana para cenar; un plato típico de Santo Tomé y Príncipe y Angola a base de pescado, ajo, tomates, calabacín, espinacas y algo que picaba mucho.

subir al arbol a por frutas

 

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