Noruega: Cabo Norte – El color de la noche invernal
Creo que toda persona a la que le gusta viajar siempre tiene dentro de su cabeza puntos de la geografía, de la cultura o de la historia global, que le provocan ensoñaciones especiales. Sitios en los que no has puesto aún tus pies, pero que te despiertan una curiosidad insaciable. Ese tipo de voracidad que te quema y que no se calla viendo fotos en Internet, libros, o artículos escritos por otras personas. Ese tipo de deseo que te susurra en tu cabecita “ahí debes ir” cuando oyes hablar sobre ello. El Cabo Norte. Davvenjárga, en la lengua original Sami. El punto más septentrional de la Europa continental. El enclave donde puedes disfrutar del sol de medianoche, donde, en época estival, el astro rey nunca se pone. Nordkapp era para mí, uno de esos sitios.
El círculo polar Ártico, a donde nos íbamos a dirigir, es un paralelo situado a 66º 33’ 45’’N calculado a partir de una curiosa forma. Durante el solsticio de verano (lo que conocemos como la noche de San Juan, el 21 de Junio) al norte de esta línea imaginaria, nunca se pone el sol. A la inversa, en el solsticio de invierno, el 21 de diciembre, comienza el invierno en el hemisferio norte y ese día, en el paralelo polar septentrional, nunca podremos ver el sol en sí mismo. Claro que veremos claridad y las pocas horas de luz que disfrutemos (unas 4 horas en la región de Finnmark, al norte de Noruega y en Diciembre) serán todas de una luz rosada o naranja. Como si vivieras esos momentos en un amanecer eterno.
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“Oye, tú… ¿te vienes a Cabo Norte?” Fue el saludo de Chema, coautor de las guías de viaje de “El diamante es carbon”. Hacía casi un año que no nos veíamos después de habernos conocido en Holanda las navidades anteriores con Inés, y aquello me pilló un poco a contrapié. -“Sí hombre, para Año Nuevo… vente que nos haremos unas risas”. ¡Cómo si aquello fuera un plan para ir a Roma! Yo, cuya ropa de invierno se reduce a una parca alemana comprada en el rastro de Madrid, un forro polar de publicidad de “Fortuna” de hace diez años, y unos calcetines gruesos del ejército, gentilmente donados por mi padre, me veía un poco sobrepasado. Tres cervezas con sus consiguientes tapas después, me habían embarcado en el viaje.
Después una breve y cervecil escala en Oslo, donde llegamos pertrechados con dos maletas repletas de comida y bebida que nos servirían de sustento durante una semana (los precios noruegos son bastante impopulares para el españolito medio), tomamos nuestro avión a Kirkenes, la ciudad más importante de la provincia de Finnmark. Kirkenes fue una de las principales bases de la Kriegsmarine, la marina alemana, durante la Segunda Guerra Mundial en el Ártico. La ciudad ostenta el segundo puesto en el triste récord de ciudades que más alarmas por bombardeo han sufrido (más de 1000 alarmas y 320 ataques aereos) sólo superada por la pequeña isla de Malta. Toda la ciudad ha sido reconstruida ya que, después del asedio del Ejército Rojo y la retirada alemana en octubre de 1944, sólo quedaron en pie 13 casas.
Tras un suave aterrizaje sobre una auténtica pista de hielo (al bajar del avión casi me dejo los dientes en suelo nórdico) nos dirigimos directamente al puerto donde nos esperaba el Nordnorge, uno de los barcos de la famosa compañía “Hurtigruten”, el servicio de ferries que conecta las principales ciudades y los pueblos del Mar de Noruega (se pueden encontrar también en Groenlandia, Islandia y la Antártida). Tras un breve chek-in, establecimos nuestro campamento base en la sala de equipajes, puesto que lo de soltar euros para dormir en camarote no iba mucho con nosotros en el trayecto de 20 horas que nos esperaban hasta Honningsvåg, la principal ciudad de la isla Magerøya.
Pero claro, no todo iban a ser atardeceres, amaneceres y transportes de un lado a otro. Después de una pequeña charla con una de las recepcionistas del ferry, la cual nos miraba con los ojos como platos de café y nos repetía -“pero que ahí fuera hay 15 grados bajo cero”, conseguimos que nos dejara abrir los jacuzzies del barco y … bueno …
Aún tendríamos otra pequeña discusión con la recepcionista, quien tras una serie de llamadas, nos dijo que Cabo Norte estaba cerrado y que no tendríamos oportunidad de llegar, así que la eficiente señorita nos ofreció dos opciones; a saber: continuar hacia Trømso, el que sería nuestro destino final al cabo de dos días, u hospedarnos en el albergue de Honningsvåg, el cual abrirían para nosotros al módico precio de 50 euros por cama esa noche. Tras mirarnos brevemente, decidimos que no habíamos ido hasta allí para nada, rechazamos la cortés oferta de alojamiento y nos apeamos a las seis de la mañana en la diminuta ciudad, capital de la isla Magerøya. Algunos de los puertos de Noruega ofrecen pequeñas salas de espera donde guardar mochilas en taquillas y donde permanecer caliente mientras se espera al siguiente ferry. Como no era previsible que el Hurtigruten que cogeríamos al día siguiente tuviera mucha afluencia, siendo 30 de Diciembre, decidimos que dormiríamos allí la noche siguiente, y nos fuimos de paseo por la ciudad.
Honningsvåg, como muchas de las ciudades del norte de Noruega, fue quemada hasta sus cimientos por los alemanes en su retirada hacia el sur, en un intento por ralentizar el avance de la armada rusa hacia el sur, de tal manera que no pudieran encontrar cobijo ni suministros en el frío noruego. Lo que vemos hoy en día poco tiene que ver con lo que era hace 70 años, una villa de pescadores. Actualmente es una ciudad bastante moderna con un profundo puerto donde atracan los enormes barcos que faenan en las aguas del mar de Barents. No en vano, es uno de los puertos más importantes de Noruega. A pesar de estar en el círculo polar Ártico, la temperatura es bastante benigna debido a la calidez de las aguas que transporta la corriente del Golfo (la Gulfstream, la corriente que evita que Europa sufra en mayor medida los vientos y el frío Polar en invierno) Así, la temperatura media en invierno es de unos -4º y en verano la nieve desaparece, dejando paso al verde. No está nada mal teniendo en cuenta que estamos a 71º al norte del Ecuador.
Nos acercamos unos cuantos a la estación de autobuses y encontramos uno de ellos con el rótulo que todos estábamos deseando leer: Nordkapp (Cabo Norte). Abrió la puerta un conductor de unos cuarenta y tantos con un enorme mostacho grasiento, mirada torva, pintas bastante desaliñadas y un perfecto inglés que, entre supuestos chistes, porque solo se reía él, nos dijo que el autobús partía a las 12h por el nada popular precio de 50 euros (creo que fueron unas 350/370 NOK) por persona con la entrada a Nordkapp incluida y, eso sí, flamantemente pagables con tu tarjeta de crédito. A mi me dio la impresión de que nuestro amigo iba con algo de vodka en el cuerpo, o bien que estaba ligeramente tocado del ala, o incluso ambas opciones podrían ser correctas, pero hay momentos que es mejor no pedirle peras al olmo.
Vamos a derribar un mito. Nordkapp (Cabo Norte) no es el punto más al norte de Europa continental. Ese supuesto honor lo posee su impronunciable vecino, el cabo Knivskjellodden que está 1453 metros más al norte, el cual era el objetivo inicial del viaje y que a la postre se acabó demostrando inabordable. Pero es que ninguno de los dos es, tampoco, el punto más al norte de Europa, ya que ambos se encuentran en la isla de Magerøya, unida por un espectacular túnel a la zona continental de Noruega. Este túnel de casi siete kilómetros se sumerge hasta 212 metros bajo el nivel del mar. Construido en 1993, fue, en su momento, uno de los túneles submarinos más largos del mundo. Sea como fuere, Nordkapp es, seguramente, el punto más espectacular ya que se levanta sobre un risco de 300 metros que cae en picado hacia las tormentosas aguas del Ártico, y es que este es el punto que se considera tradicionalmente la línea divisoria entre el Mar de Noruega y el Mar de Barents.
Este cabo fue descubierto (o redescubierto, según si preguntas a los ingleses o a los Samis) por Richard Chancellor en 1556. Este explorador polar inglés deseaba encontrar el paso del Nordeste, o ruta del Mar del Norte, para poder abrir una nueva ruta comercial con Oriente, y evitar así los monopolios del transporte continental, pues había que atravesar decenas de países y pagar cientos de aranceles. Richard Chancellor murió en su segundo viaje durante una tormenta en el mar de Noruega mientras sus barcos, que no estaban preparados para las duras condiciones árticas, trataban de refugiarse en el fiordo de Trondheim. Chancellor lo consiguió pagándolo con su vida. Durante un tiempo los barcos ingleses pudieron comerciar libremente en Rusia, vendiendo principalmente lana y paños de manufactura inglesa y tratando de abrir una nueva ruta comercial a China.
Durante el verano se puede disfrutar del llamado “sol de medianoche”, ya que desde el 21 de Junio hasta mediados de julio, el sol no se pone, y es cuando más turistas acuden a este punto. También, durante estas fechas, hay escaladores que aprovechan para trepar desde el mar a la plataforma de Cabo Norte (haciendo esto, ¿se ahorraran la entrada?) y se pueden ver muchos aficionados a las motos. Este punto de la geografía Noruega es una referencia para los que les gustan las dos ruedas, ya que es el origen o el destino final de la ruta atlántica, que cubre 8166 km desde la Punta de Sagres, en Portugal, hasta Nordkapp.
Durante la frenética toma de fotos entre todos, y con el viento brutal que barre Cabo Norte, una pareja extranjera (en el autobús creo que éramos diecisiete, trece de ellos, nosotros) al verme con mi cámara se acercaron a pedirme una foto. Mientras cogía la pequeña cámara entre mis guantes y me acercaba a la bola del mundo, dispuesto a sacar la foto, todo el mundo se puso a chillar, gritarme y señalarme… lentamente me di la vuelta y con el horror más absoluto observé que el viento había derribado mi trípode y que mi nueva y flamante cámara se balanceaba por la parte externa de la barandilla de seguridad, amenazando con caer los 306 metros de desnivel hasta las gélidas aguas del mar de Barents. Con la cámara de la pareja entre los dientes, los gritos de los míos en la espalda e intentando no partirme la crisma contra el suelo congelado, evité la caída de mi segunda niña y, con el corazón en la boca, volví y saqué la foto a la pareja. Seguramente esa foto salió movida, porque las manos me temblaban hasta la altura del codo.
Después de las pertinentes fotos en la bola del mundo nos refugiamos de la fresca en el enorme centro de visitantes. Éste tiene tres plantas y lo más interesante es que proyectan una película sobre la historia de Cabo Norte y seguramente la tienda más grande de souvenirs de la historia. Sí, yo caí. Me compre una sudadera de calidad decente (y bastante calentita, para sustituir a mi manido forro polar) a un precio… ehmmm…. a un precio. Por cierto, el gobierno noruego ha exigido este año (2011) a las autoridades de Magerøya rebajar el precio de entrada a la de la meseta de Nordkapp. Llego un año tarde.
Finalizando la jornada de visitas, Saúl convenció a nuestro conductor (por un plus de 8 euros por barba) para llevarnos a Skarsvåg, un minúsculo pueblo de 60 habitantes que proclama ser la villa de pescadores más al norte de Europa. Por entonces ya era de noche a pesar de ser las dos de la tarde. Mientras paseábamos por allí, una ufana señora se empeñó en que visitáramos la casa de Papa Nöel. La sangría económica ya había sido suficiente ese día y, como además todo el mundo sabe que Papa Nöel es de Rovaniemi, declinamos la invitación, dimos un paseo por el pueblo y nos retiramos de vuelta a Honningsvåg. Durante el trayecto de retorno, operado por otro conductor mucho más amable, sufrimos una fuerte ventisca que zarandeaba el autobus de lado a lado de la carretera y el conductor nos comentó que casi con toda seguridad, las carreteras a Cabo Norte y a Skarsvåg iban a ser cortadas al día siguiente. Habíamos tenido suerte.
Al día siguiente cogeríamos otro de los ferries y seguiríamos nuestro camino hasta Trømso, la ciudad de las auroras boreales, donde celebraríamos la Nochevieja. Por cierto, sí, pudimos admirar este fenómeno atmosférico. Desgraciadamente todas las veces que lo observamos, fuedesde los barcos, así que, debido al propio movimiento de estos, me quede sin sacar una buena foto o incluso un time lapse que habría rematado el viaje. Siempre es una excusa para volver a visitar la noche invernal. Os dejo unas cuantas fotos más del el viaje y espero que os haya gustado esta entrada.
Muchas gracias, Bonito artículo
Saludos,
GranPumuki
hola, Álvaro, te cuento:
el vuelo madrid – oslo, ida y vuelta fue bastante barato con ryanair, unos 80 euros ida y vuelta. El vuelo oslo – kirkenes tambien fue barato relativamente … creo que unos 70 euros. El que me salió muy caro fue el trömso-oslo porque lo cogí con muy poco tiempo de margen. a mis amigos les costó unos 80 euros.
Por otro lado, si piensas coger el hurtigruten, puedes ver los precios en su página oficial. en temporada baja, los precios son significativamente más baratos que en verano, pero aún así es dinero. Si eres estudiante y tienes el carnet internacional puedes llamar a la compañía para que te gestionen el billete. El precio es un 60% más barato.
En cuanto a comida, te aconsejo que si vais varios amigos, llevéis comida de España en una maleta facturada. Noruega es tan bonito como caro.
El total del viaje, si no hubiera tenido que coger ese vuelo desde Trömso a Oslo, habría sido de 600- 700 euros en 9 dias. Si quieres más informacion más concreta, mándame un mail a saddend@hotmail.com y te cuento más cosas
un saludo
Hola,
Llevo mucho tiempo queriendo hacer un viaje de esto, yo precisamente iba a ir a Alta, pero en febrero. Para hacerme un idea de lo que cuesta el viaje.. ¿Por cuanto te salio hacer toda la ruta que comentas?
Preciosas fotos Inés. Poder ver alguna aurora boreal tiene que ser un espectáculo inolvidable.
Saludos.
¿Puedes creer que se me han puesto los pelos de punta solo de ver las fotos? No se si por el frío o por el espectáculo que ofrecen.
Muy buena entrada.
Un abrazo.
Qué increíbles fotos y qué fantástico lugar. Qué pena no haber podido visitarlo en mis dos años en Noruega, pero bueno así tengo una excusa para volver.
ESPECTACULAR!
Si desde siempre he tenido ganas de poder ver con mis propios ojos el Cabo Norte, con estas imágenes aún más. Espectacular, lo repito…
Creía que hacía mucho más frío por allí, me ha sorprendido mucho… En fin, que no sé que decir de lo mucho que me ha gustado el conjunto de fotografías y texto… un 12 sobre 10!
Un abrazo!
Con amigos así da gusto, menudo planazo y si encima se madura la idea con unas cervezas cualquiera se niega 😀
Muy chulas las fotos, la verdad que es un sitio como dices que cualquier viajero que se precie le gustaría hacer, de esos sitios que te gusta «poner la bandera» y decir que has estado allí.
Saludos!!!
Felicidades por las fotos! son una pasada!
yo os recomiendo llegar en coche al Cabo Norte, es una peregrinación brutal! Además añádele ir con el sol de medianoche (una tortura) pero merece la pena! 🙂
saludos
Marc
Leer esta entrada le da a uno la sensación de tener más frío que alicatando un iglú. Y eso que tanto texto como fotografías son soberbios. Además he aprendido, como siempre en este blog, un montón de cosas de las que no tenía ni idea. Mil gracias.
No me puedo imaginar una entrada de tanta calidad sobre Isfahan, Persépolis o Shiraz… ¿Por que nos vamos a Irán, no chicos?
¡Un abrazo fuerte!