Córcega: La isla de la belleza
Córcega
Si hace unos meses me hubieran leído el futuro y me hubieran asegurado que pasaría los próximos cinco meses de mi vida viviendo en un paraíso terrenal, tan cerca del mar como de la montaña, de seguro hubiera pensado en alguna ciudad de mi amada costa caribe colombiana; pero si el mensaje continuaba diciendo que el lugar se encontraba en una isla en el Mar Mediterráneo mi mente se hubiera escapado a alguna isla griega e incluso italiana, jamás a una isla francesa.
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Por sorpresas de la vida –de las buenas y lindas sorpresas- llegué a la isla de Córcega a principios de abril, cuando apenas las flores empezaban a despertar y lo que sabía acerca de ella era nada. Siendo honesta no recuerdo haberla escuchado en mis clases de geografía y tengo la seguridad que no era por desconcentración, de lo contrario mis familiares, amigos y conocidos no dejarían de hacerme las mismas preguntas -¿Una isla francesa? -¿Dónde queda?- .
No en vano es la isla menos conocida del Mar Mediterráneo aunque sí un lugar popular de veraneo para los franceses. Un territorio totalmente desconocido e inexplorado para mí.
Desde el momento en que bajé del barco y pisé esta hermosa isla sabía que tenía algo diferente, es un lugar mágico que de momentos te hace pensar que estás en algún lugar de Italia o de Francia o incluso de Suramérica, es un mosaico de paisajes infinitos, de colores cambiantes, aunque si me preguntas que colores serían los protagonistas de esta paleta, te diría verde y azul –en todas sus tonalidades-.
Me han preguntado qué puedo hacer en esta isla, mi respuesta es directa: De todo, y empiezo a enumerar, o más bien a disparar, una por una todas las actividades que se pueden realizar: Deportes extremos, senderismo, deportes náuticos, pesca, festivales, fiestas, conciertos, gastronomía autóctona, y un sinfín de cosas más.
Córcega es una isla con un temperamento peculiar, parecido al de su historia. Es territorio natal de dos grandes de la historia, Napoleón Bonaparte y Pasquale Paoli. Una isla con una esencia salvaje, característica de su naturaleza frondosa y de sus montañas que se extienden atravesándola como su espina dorsal.
Si hay algo particular de esta isla y es lo que a su vez más me atrae de ella misma, es que es un territorio especial para viajeros, y cuando digo viajero entiéndase por no turista. Olvídate de las grandes cadenas hoteleras, de los resorts a lo largo de la orilla del mar e incluso no encontrarás un Mc Donald’s ni ningún restaurante de cadena mundial; culpen al nacionalismo y al sueño de ser una isla libre e independiente. Las grandes hordas de turistas las puedes encontrar en sus grandes ciudades –en especial en el sur-.
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Si la visitas probablemente te encuentres en alguna de sus carreteras un rebaño de ovejas o de cabras cruzándola, o puede que te bañes en una playa al lado de una vaca que se encuentra tomando el sol en la arena. Si eres uno de esos viajeros aventurados que sueña con recorrerla en bicicleta o a dedo, ¡hazlo! Su deporte “nacional” es levantar a desconocidos en las rutas, es lo más normal y socialmente aceptado de este territorio, tanto así que es la única región de Francia donde no se practica el carpooling o Blablacar.
Una de las delicias al visitarla es probar su gastronomía autóctona, normalmente a base de charcutería y castañas, emblema nacional –como dirían ellos- de la isla, incluso la única cerveza del mundo a base de este fruto seco la encuentras aquí.
Es una isla con una riqueza patrimonial cultural incalculable y costumbres que mantienen intactas de sus ancestros, reflejo de la huella que han dejado las diferentes culturas que han pasado por ella a través de la historia. Una muestra de la huella dejada por sus antepasados genoveses es el idioma corso, transmitido oralmente de una generación a otra pero que ya los más jóvenes no hablan.
Es una cara diferente de lo que se conoce de Francia, de hecho si no fuera por el idioma dudaría por momentos que hace parte de su territorio, cosa que me ratifican sus habitantes, basta con preguntarle a un corso si es francés y su respuesta inmediata será -¡No! Soy corso-.
No me canso de recorrerla, de ver sus paisajes y hablar con sus habitantes, quienes rompen la típica fama de “que los franceses no son amables con el extranjero”. No me gusta generalizar, sería tonto de mi parte hacerlo, pero es cierto que en este lugar se respira un aire de amabilidad diferente al resto del país.
Hace unos días, visité la reserva natural de Scandola –sitio muy recomendado para visitar- y quedé extasiada con unas enormes rocas de granito rojo y formas extrañas -las Calanques de Piana- lo que me hizo notar que la belleza de esta isla no se limita solo a sus playas y acantilados, sino que también es una isla salvaje, con bosques exuberantes, viñedos y lugares inexplorados.
No lo niego, me enamoré perdidamente de Córcega, de sus paisajes, de sus colores, de su gente, de sus costumbres. Cada vez se me hace más difícil responder a la famosa pregunta -¿Qué puedo hacer en esa isla?- Mi respuesta sería: – Recórrela lo más que puedas, piérdete, prueba todos sus platos, habla con un corso, no te limites solo a tirarte en la arena esperando que el sol haga lo suyo, es uno de esos lugares en el mundo que merecen la pena visitarlo al menos una vez en tu vida, o más bien como diría el famoso escritor Saint-Exupéry: “El sol le hizo tanto el amor al mar que acabaron engendrando Córcega”.
Lina Maestre
Patoneando.com
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Alguna vez que buscado ir a Córcega, pero lamentablemente por alguna razón las imágenes no cargan. Saludos!
Éstas sí que cargan, no?
Una gran aventura en una isla poco conocida de Europa.
gracias y muchos saludos
me ha encantado leerlo y cada vez tengo más ganas de ir, está en mi lista de pendientes desde que visité la vecina Cerdeña (curiosamente sus habitantes te dirán que son sardos y no italianos) Y ganas de hacer aunque sea un tramo de el GR que atraviesa la isla
Literal, ésta isla es una belleza!! Gracias Lina por recordarme tan bellos momentos en Córcega, un lugar donde la gente y sus paisajes de verdad te transportan al paraíso.. Con una Pietra o una Colomba te digo Salud!! desde Burdeos 🙂 Y que sigan las aventuras!