Camboya

Camboya y los Templos de Angkor

1ºDía: Cogimos el avión Bangkok-Phon Pen (capital de Camboya). Hay que llevar una foto de carnet y 20 $ para el visado de entrada que te lo hacen en el mismo aeropuerto a la llegada.

 Una vez ahí nos llevaron en taxi (en el cual se podía fumar) a la inexistente estación de autobuses, que es sólo una calle. Me impactó el caos que reinaba la ciudad y lo polvorienta  que estaba, se veía mucha diferencia en cuanto al desarrollo del país si lo comparábamos con su vecina Tailandia. Nos vendieron el billete de bus de Phon Pen a Siem Reap y éramos los únicos extranjeros en el autobús. Antes de cogerlo todo el mundo estaba muy pendiente de que no lo perdiéramos, el porqué lo sabríamos después. El viaje duró unas 6 horas pero los paisajes de arrozales eran preciosos y en el bus ponían karaoke y una especie de cruz y raya a la camboyana!

 Llegamos al destino y una multitud, unos cien hombres se agolpaban contra una valla. No sabíamos qué pasaba. Vinieron unos policías, corrieron la barrera y… la muchedumbre corrió hacia nosotros gritando. Me di la vuelta para ver hacia dónde se dirigían pero no vi nada… ¡venían a nosotros! Era como correr los encierros de sanfermín.
Lo que pasaba es que todas esas personas nos querían vender una habitación de hotel o taxi o similar. Tras el suceso en el que nos sentimos como unos famosos acosados por sus adolescentes fans, fuimos a una guesthouse que no estaba del todo mal. Por 5€ teníamos habitación doble con baño y ventilador.

Una reseña que escribí sobre las ruinas de Angkor en Minube:

En el siglo XIX un viajero descubrió unos templos que llevaban 700 años escondidos en Camboya. La vegetación la había cubierto de enormes árboles centenarios, cuyas raíces son capaces de traspasar paredes. Ahora podemos caminar o andar en bici por este territorio, sintiéndonos exploradores, encontrando templos de diferentes tamaños que evocan a distintas dediades. Estaremos descubriéndo auqello que fue el Imperio Khmer que en el año 1225 fue saqueado por los siameses y abandonado al lecho de la selva que la rodeaba, donde se perdió durante siglos.

2ºDía: Es famoso ir a las ruinas de Angkor a ver el amanecer, hacia las cinco de la mañana, pero con lo cansados que estábamos decidimos cambiarlo por la puesta del sol. En tuk.tuk (una especie de vehiculo taxi de tres ruedas) por unos 9$ nos llevaron el día entero por las ruinas en un recorrido en el que vimos los templos más importantes. Es impresionante. Lo malo es que los niños no paran de venderte cosas y da mucha pena.

3º Día: Hicimos el mismo recorrido en bicicleta. Muy recomendable.

El albergue era muy austero pero tenía un bar muy mono, con una radio que funcionaba a manivela que emitía, sobre todo, los Beatles. Un cuarto de baño lleno de mosquitos, casi mejor irse al campo.

 

4ºdía: En tuk-tuk fuimos a hacer el gran recorrido, en el que visitas templos más distanciados (los del anterior recorrido sólo están separados por 1 km).

A la vuelta nos perdimos y no encontrábamos nuestro albergue: todas las calles de Siem Reap están igual de destrozadas y polvorientas. Nadie supo indicarnos y temíamos que se nos hiciera de noche, pues no había farolas y entonces sí que tendríamos un problema. Finalmente lo encontramos y tomamos una reconfortante cerveza Angkor.

5ºdía. Volvimos a Phon Pen. ¡¡¡Después en el aeropuerto nos volvieron a sacar 20$!!! Y de una forma un tanto extravagante. Las gates estaban en la planta superior del aeropuerto y oara acceder a ellas había unas escaleras mecánicas. Un policía entrado en carnes me dijo que no podía salir del país si no le pagaba, lo cual es falso. Le expliqué que ya había soltado pasta en el visado y que no había motivos para volver a hacerlo. Se cansó de discutir y se puso en medio de las escaleras àra no dejar hueco y que no pudiéramos subir. El hombre estaba obcecado, no había manera de negociar y no hubiera tenido sentido quejarme a… ¿la policía?
Finalmente pagamos porque íbamos a perder el vuelo.

La verdad es que tenía ganas de volver a Tailandia, eso será otra entrada.

La experiencia de Camboya fue algo inolvidable, por supuesto lo he resumido mucho para no aburrir y creo que es algo que te cambia por dentro. Encontrarte en un lugar tan lejano, donde se ve a kilómetros que eres extranjero y la gente te saluda por la calle. Los niños te preguntan cosas o incluso cantan canciones en español que aprendieron en la escuela «Estas son las mañanitas…»

 

 

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