Polonia

CRACOVIA, Polonia

He perdido la cuenta de las horas en las que llevo despierta. Me pregunto cuánto puede aguantar un ser humano sin dormir. Creo que he llegado al umbral en el que ya no necesito imperiosamente echarme una siesta: podría aguantar muchas horas más que un día normal, como si mi cuerpo se hubiera acostumbrado a mantenerse en vela.

Hagamos recuento:
El 8 de septiembre me despierto en Bombay, tras haber dormido muy poco. Ese día hubo rodaje en Bollywood, compra de alcohol en el mercado negro y viaje al aeropuerto en un taxi-horno. Discusión con un hombre con metralleta para que nos deje entrar a la terminal (un día de lo más normal).

El 9 de septiembre a las 6 de la mañana tenemos el vuelo a Doha. Paseo por la capital qatarí.
De Doha a Londres. Cambio de aeropuerto y esperar muchas horas para coger el avión a Cracovia.

Teniendo en cuenta que me he recorrido medio planeta en dirección contraria al sentido horario, no sé cuantas horas está durando este día, ni siquiera midiendoel contorno/textura/tonalidad de mis ojeras.
Me despido de Andrés, Asun y Guillermo y me voy al aeropuerto de Stansted. Ahí me encuentro con Inés, tal y como habíamos quedado.

Mi tocaya ya ha viajado conmigo (ver Berlín, Dusseldorf). Amiga de la carrera, Comunicación Audiovisual, aunque acabamos de terminarla. Estaríamos juntas durante el viaje pero luego yo me iría a Zaragoza y ella a Oviedo.

En el aeropuerto le di la chapa con mi viaje a la India y nos dormimos un par de horas en el suelo, como todo el mundo. Cogimos el avión a una hora temprana yllega mos con Ryanair a Cracovia. Tras dejas las cosas en el albergue, me maravillé de lo que veían mis ojos. ¡Estoy paseando sin que nadie me persiga!, ¡no tengo que esquivar vehículos ni vacas ni cacas de las mismas!, ¡qué temperatura más ideal!

Bienvenida a Europa. Necesitaba poder andar sin que fuera un suplicio. En la India, para andar hay que ir en fila india (de ahí el nombre) porque las calles no tienen acera y se camina por la calzada atestada de vehículos, y claro, no hay espacio como para ir con otra persona al lado charlando.

Además, de repente es otoño. Hace poco estaba en el seco y caluroso Qatar, o en el calor húmedo de la India. Ahora me encontraba viendo árboles con hojas rojizas, montones de hojas en el suelo. Pasar de una estación a otra en unas horas produce una confusión divertida, sobre todo a mi cámara de fotos, que se puso en huelga. Tuvimos que hacer las fotos con el móvil, un poco churreras, pero decentes al fin y al cabo.

Cracovia, con 760.000 habitantes, ha sido la capital del país. Tradicionalmente ha sido uno de los centros científicos, culturales y artísticos del país y su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Una ciudad de carros de caballos, suelos empedregados y arquitectura renacentista, barroca, y gótica. La típica ciudad que nos imaginamos, si nos hablan de la vieja Europa.

 

 

 

Sin dormir ni nada, nos fuimos a dar una vuelta por el centro histórico y claro, acabamos probando la cerveza del lugar, llamada Zywiec; y es que es imposible resistirse en una ciudad en donde cervezas con patas pasean por la calle (literal). Son los hombres cartel, sólo que aquí se les disfraza de jarra. En la plaza principal, muchos jóvenes, familias, señores, pasaban el rato observando a los artistas que ahí se congregaban:

Después de noche cenamos en un banco del parque, en frente de unos aseos, de esos en los que hay que pagar.
Nos dimos cuenta de que todos los usuarios habían entrado corriendo, si es que cuando aprieta…

La siguiente ciudad sería Budapest y vimos que los trenes costaban un riñón. En cuanto a los buses, sólo había dos a la semana: domingos y miércoles. Estábamos en sábado y decidimos irnos el domingo. Por eso no vimos mucho de Cracovia.

Por la noche salimos un ratillo pero a la una mi cuerpo dijo «basta». Esa noche pillé la cama con un gusto… El problema es que compartíamos la habitación con más gente y nos tocó al lado un chico que roncaba como una bestia. Vale, una cosa es roncar y hay que aguantarse, y otra es rugir como para que venga Spielberg a contratarle como doblaje en la próxima entrega de Jurassic Park. Para que os hagáis una idea; yo estaba durmiendo con tapones y me despertó; ni con tapones y enrollándome la almohada a la cabeza, podía dejar de escucharle.

Al día siguiente un paseíco por Cracovia, y llegamos al Vístula en el que se producía un paisaje muy acogedor. Se estaba celebrando una carrera de piraguas, la gente hacía deporte, patinaba, iba en bici, se escuchaba música; vimos alguna basílica, como la de Santa María hasta llegar al Castillo Real; y entonces, nos dimos cuenta de que nuestra visita se había terminado.

Fuimos a la estación de buses (la misma que la de trenes) y nos montamos en el vehículo. Lo alucinante es que eran minibuses, como de 10 personas. Me llamó la atención que hubiera tan poca demanda de este trayecto.

Atravesando Eslovaquia, viendo pueblecitos de cuento y bosques otoñales, llegamos a Budapest.
Y no, no fuimos a Auschwitz.

Ganesh se ha tropezado con un adoquín.

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