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Zaragoza con silla de ruedas II: Casco histórico, bomberos y palacios árabes

 

Zaragoza en silla de ruedas II: de turismo por la ciudad

La semana pasada os conté cómo fue mi toma de contacto con la silla de ruedas en Zaragoza y ciertos aspectos que deben tener en cuenta los hoteles para que sean accesibles. Pero al día siguiente tocaba pasar a la acción. 
La noche anterior había colocado la silla de ruedas junto a mi cama para que cuando me levantara me pudiera colocar en ella directamente. Me pareció mucho más difícil ir de la cama a la silla que de la silla a la cama, porque respecto a ésta última, una tiene la certeza de que no va a salir rodando. 

En general cuando me alojo en un lugar, paso completamente de los armarios y es mi maleta la que de pronto se convierte en este mueble, y como tal, permanece clavada en el suelo. Tampoco fue fácil agacharme de la silla para coger la ropa que me quería poner.
Tenía que ducharme. Miguel me explicó cómo hacerlo y lo tomé a rajatabla. Necesitaba que la silla no se mojara, esto se solucioné simplemente colocando una toalla en el apoyabrazos. Me transferí al asiento de la ducha y extendí la toalla en la silla para que luego sólo tuviera que sentarme sobre ella sin mojarla. Además, conviene tener la silla a mano por si te caes, que cuando vengan a ayudarte –en el hotel te dan un colgante que sirve para pedir ayuda en caso de emergencia-, no te encuentren en pelotas.
Bajé a desayunar en el ascensor que cumple la normativa de accesibilidad, pero me atrevería a decir que se sujetaba a ella con las medidas mínimas. No sólo me costó encajarme en él, sino que luego no conseguía salir y las puertas se me cerraban (las puertas de los ascensores para personas en silla de ruedas te dejan el mismo tiempo para salir que los normales). Lo de introducirte en ascensores pequeños es una habilidad que se va adquiriendo, pero como era mi primera vez, hice un poco el ridículo.
Respecto al desayuno buffet, estaba especialmente diseñado para poderse acercar con la silla de ruedas y acceder hasta a la tostadora. Pero, ¿y ahora cómo hago para llevar hasta mi mesa el plato de tostadas con aceite y el café? En dos viajes. En un llevé el tazón encajado entre las piernas (tengamos en cuenta que no podría sujetarlo con ellas). Y el plato sobre éstas, ganándome así una preciosa mancha en el pantalón.
Un equipo de niñas gimnastas educadas hacían como que no me veían, lo cual está bien para no sentirte diferente. En cambio sí que se me hizo raro que algunos empleados del hotel me ofrecieran traerme zumos, cafés y “cualquier cosa que les pida”. Tranquilos, que aunque me manche, puedo. Pero ya que estás, si me ayudas a subir la cuesta, mejor.
Paso de subir a mi habitación a limpiarme los dientes, ¡otra vez al mini ascensor nooo!

tranvía de Zaragoza

Esperando al tranvía de Zaragoza, que como veis se encuentra a ras de suelo.

Salir del hotel fue gracioso por la pendiente de la cuesta, así que Miguel me dio unos guantes especiales que llevan los dedos descubiertos, sin ellos por ejemplo frenarse en una rampa con pendiente podría doler mucho. Y no todas las rampas son legales, la pendiente máxima es del 12%, porque si no, a ver quién es el cachas que las sube.
Lo que yo consideraba como un hotel “al lado de la parada de tranvía», resultaron ser 500 metros de distancia que se me hicieron duros con mi rudimentario vehículo. Porque a diferencia de una bici o un handbike, tu fuerza se ve multiplicada. En cambio, la silla se mueve sólo por el empuje directo de la rueda y tenía la sensación de avanzar muy poco respecto a mi esfuerzo. Si no pudiera utilizar mis piernas, me movería con un handbike. ¿Pero entonces cómo haría para caber en un ascensor? Pues no lo sé. Vaya, sólo llevaba 500 metros y ya me había preguntado un montón de cosas que jamás había pensado.
Una vez en la parada del tranvía, lo que algunos interpretaron como que había gente que nos miraba disimuladamente porque les dábamos pena, yo entendí como que simplemente llamaba la atención un grupo de seis personas en silla de ruedas con pintas de pasarlo teta. Y alguien que lo está pasándolo bien, no da pena.
Subir al tranvía fue fácil porque se encuentra a ras de suelo, y el espacio reservado para sillas está junto a cada puerta. Así que me pareció perfecto para personas con movilidad reducida.
Nos apeamos en la parada de Las murallas romanas para comenzar un recorrido por el casco histórico de esta la única ciudad con nombre del emperador que la fundó: Caesar Augusta, Cesaraugusta… Zaragoza. Aquí vimos la torre de San Juan de los Panetes, cuya inclinación es mayor que la de la Torre de Pisa, aunque se echa de menos la gente tomando fotos absurdas haciendo como que la están sujetando. Junto a ésta, de la Plaza de las Catedrales se dice que es la plaza más larga de Europa. Hay plazas más grandes, como la Plaza Roja de Moscú, pero los maños la tenemos más larga. En su extremo izquierdo tenemos la gran Fuente de la Hispanidad, si os fijáis, representa en su parte alta a Centro América y en el suelo a Sudamérica. El 12 de octubre es el día de la Hispanidad y el día de la patrona de Zaragoza y Aragón, la Virgen del Pilar. De ahí la situación de esta fuente.

fuente de la hispanidad

Fuente de la Hispanidad

plaza del pilar

Se dice que la Plaza del Pilar es la más larga de Europa. En verano a 40ºC no dudas de este dato si te toca cruzarla.

También entramos a la Basílica del Pilar para ver las bombas expuestas de la Guerra Civil que no estallaron y se consideran un milagro, los frescos de Goya en una de sus cúpulas y las vistas desde una de la torre que tiene un ascensor de grandes dimensiones por lo que pudimos caber tres personas con la silla. Las vistas son espectaculares. Dentro de la Basílica hay una capilla dedicada al Milagro de Calanda, que cuenta cómo a un joven devoto que tuvo que ser amputado, le salió una nueva pierna de la noche a la mañana. Un buen sitio para levantarse de pronto de las sillas ante la atónita mirada de los feligreses…

vistas desde la torre del pilar

Vistas desde una de las torres del Pilar, con ascensor accesible

Río Ebro desde una de las torres del Pilar

Río Ebro desde una de las torres del Pilar

Otro de los edificios que visitamos en la Plaza del Pilar fue la Lonja, el ejemplo más representativo de la arquitectura civil que hoy hace las veces de sala de exposiciones (cuando fuimos había una exposición del escultor Alberto López Ascaso, figuras que a todos nos suenan de la avenida de Gran Vía en Zaragoza). Y por último, visitamos el museo del Foro Romano, un complejo de la época romana cuyos restos subterráneos pueden admirarse aquí. Si bien lo que más me llamó la atención del museo del Foro Romano fue su futurista ascensor para personas con movilidad reducida. Tan impresionante es la plataforma que sólo hay dos ascensores como éste en el mundo, y el otro se encuentra en el Louvre de París.
Por último, la visita al Palacio de la Aljafería sorprendió mucho a mis compañeros de viaje –yo ya la conocía-. Sí, en Zaragoza también tenemos un palacio árabe. Se conocía como el Palacio de la Alegría y era el espacio vacacional de los reyes musulmanes. El estilo mudéjar de Aragón está inscrito en la lista de Patrimonio de la Humanidad y la Aljafería es uno de sus edificios más representativos. Hoy en día es la sede de las Cortes de Aragón y puede visitarse sin ningún problema en silla de ruedas.

Patio del Palacio de la Aljafería

Patio del Palacio de la Aljafería

La Aljafería, ejemplo de arquitectura musulmana de Zaragoza

La Aljafería, ejemplo de arquitectura musulmana de Zaragoza

Graffiti del siglo xv situado en el interior de La Aljafería

A la hora de comer pedí ayuda para que alguien empujara mi silla. Vaya, esto era más duro de lo que pensaba. Como es obligado hacer en Zaragoza, fuimos de tapeo por el Casco Histórico, lugar en donde tampoco me encontré ningún obstáculo.
Después de comer aún teníamos energías para seguir viendo la ciudad: atravesamos la popular Calle Alfonso y aquí percibí una cosa curiosa. Cuando camino con bolsas de la compra, maletas o cualquier elemento que evidencia que no estoy disfrutando del trayecto, hay un sector de la población que presenta un alto porcentaje de individuos que no se apartan ni aunque lo pidas: las señoras mayores. En esta ocasión tampoco fue diferente y tuve que esquivar con mi silla de ruedas a las que venían de frente. Por otra parte escuché niños preguntando a sus padres por qué había personas en silla de ruedas y ninguno parecía querer responder nada coherente. En este sentido creo que se les debería explicar sus dudas en vez de mirar hacia otro lado.

Museo del Fuego, sala dedicada al Cuerpo de Bomberos de Zaragoza

Museo del Fuego, sala dedicada al Cuerpo de Bomberos de Zaragoza

Finalmente llegamos al lugar en que Miguel nos había preparado una sorpresa. A pesar de que soy de Zaragoza, desconocía su existencia: el Museo del Fuego, una sala dedicada al Cuerpo de Bomberos de Zaragoza que presenta objetos curiosos, vehículos históricos de bomberos y fotografías de los casos más sonados como aquella vez que se cayó un autobús al Ebro (1971), el atentado de la Casa Cuartel o el incendio del Hotel Corona de Aragón (1979). Lo mejor fue, sin duda, la gracia y salero que tenían los bomberos que nos hicieron la visita guiada: no pude parar de reír. 
Aunque sólo llevara un día y medio subida a mi silla de ruedas,se estaba afirmando mi idea de que Zaragoza es una ciudad muy accesible: apenas se encuentran obstáculos y cuestas. Sobre esto último, hay pocas ciudades que lo puedan decir.

puente de piedra

Puente de Piedra con la Basílica del Pilar al fondo

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Zaragoza en silla de ruedas III: redescubriendo la ciudad

ANTERIOR:

Zaragoza en silla de ruedas I: toma de contacto

 

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