La Rochelle, Francia
De alguna manera me gusta viajar en tren-hotel aunque el trayecto dure más tiempo que el viaje en avión. Será por el hecho de degustar el paisaje que separa el punto de partida y el lugar de destino a través de una ventana en vez de cuasiteletransportarte a otro escenario sin saborear el camino. Por poder conversar con otros pasajeros en el bar del tren mientras se suceden las paradas que te informan de tu cada vez mayor proximidad a la tuya. Por el chachachá que te mece en tu cubículo hasta que te quedas dormido y por el timbre que te despierta a tiempo para desayunar y ducharte antes de salir afuera. Fue así como viaje de Madrid a la ciudad francesa de La Rochelle (con parada en Poitiers), arribando a una hora tan temprana que a pesar de que ya hiciera mucho sol, parecía que yo era la única persona en la ciudad.
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Un recorrido por La Rochelle
Mi punto de partida fue el, en aquellos momentos, el solitario puerto que muestra la fachada atlántica de La Rochelle como una ciudad aficionada a los deportes náuticos. Me senté en una de las terrazas con vistas a los veleros y otras embarcaciones a tomar un Café Olé con pastas y poco a poco la ciudad fue despertando ante mis ojos. Paseantes, gente tomando los primeros rayos de sol y ciclistas rumbo a sus oficinas. Me fui a estirar las piernas al casco viejo comenzando por el mercado tradicional que montan por la mañana; un buen lugar para comprar comida fresca, sobre todo ostras, el producto estrella de la zona las cuales por cierto se venden a un precio de risa. A este antiguo convento de frailes le llaman el mercado de la concha por los peregrinos que llegaban hasta este lugar.
Pasear por su barrio histórico es un placer: sus casas antiguas con entramados de madera y pizarra se entremezclan con palacios de piedra de estilo renacentista a través de elegantes calles cubiertas con arquerías y soportales. Esta ciudad universitaria fue la puerta de Francia a Canadá y de muchas colonias de ultramar: esto nos lo recuerda, por ejemplo, la calle l’Escale donde todavía se pueden ver en forma de adoquines las piedras utilizadas como lastre por los barcos procedentes de Canadá. A pesar de algunos rincones no hayan cmabiado de aspecto en mas de cien años, La Rochelle es una ciudad moderna en la que se celebran muchos festivales culturales como los que se realizan en La Coursive: un espacio cultural que hace las veces de cine y teatro que aunque no tenga el glamour de Cannes, hay quien dice que el Festival de cine de la Rochelle que aquí se celebra es el 2º en importancia de Francia.
Esta ciudad fortificada con la tradicional forma de estrella está protegida por dos torres defensivas del siglo s.XIV entre las que curiosamente había una cadena para evitar que entraran todos los barcos que llegaban hasta aquí. Por ello, una de las torres recibe el nombre de la Torre de La Cadena y funcionaba como puerta de entrada al puerto viejo ya que servía para vigilar los movimientos de los barcos y el tráfico del puerto y para cobrar tasas y derechos. En 2008, con ocasión de los 400 años de la fundación de Quebec, en la torre se montó la exposición permanente “La Rochelle-Quebec, embarque hacia la Nouvelle France”: una invitación para seguir los pasos de los emigrantes en su viaje. La otra, la Torre de la Linterna fue un faro y una antigua cárcel. Con una altura de 70 metros, a lo largo de tres siglos, durante su época de prisión, corsarios británicos, holandeses y españoles realizaron unos 600 “graffitis” que hoy en día pueden verse en su interior.
Al otro lado del puerto, el viejo barrio de pescadores du Gabut y la Ville-en-Bois con sus características casas multicolores de madera, acoge un insólito acuario que atrae a miles e visitantes al año. Se trata de uno de los mayores acuarios privados de Europa y muestra la vida del fondo de los océanos: el Atlántico, el Mediterráneo y los trópicos. 12.000 animales, desde las frágiles medusas hasta los fascinantes tiburones pasando por animales que bien parecen fósiles vivientes como el cangrejo cacerola o el nautilo. Además el acuario de La Rochelle no es sólo un acuario, intenta sensibilizar para la protección de los océanos por medio de las visitas animadas para niños y constituye un centro de estudios sobre todo de tortugas marinas.
La Rochelle, además de ser una bonita ciudad de la costa Atlántica, es un buen punto de partida para realizar un viaje por las islas que la Rodean. Próximamente os hablaré de las islas de Ré, Oléron y Aix que hicieron de mis vacaciones por el Oeste de Francia, un viaje inolvidable y sobre todo, muy pero que muy fotogénico.
Francia nunca deja de sorprenderme, hermosa ciudad y país. Excelente información. Si quieres saber más sobre La Rochelle, te recomiendo también el siguiente artículo: https://www.casadelviajero.com/la-rochelle-que-ver/
Una ciudad preciosa, con muchos monumentos dignos de verse. Y la comida, de escándalo.
A mí La Rochelle me encantó. Probablemente la ciudad de la costa atlántica más bonita. En mi opinión, claro. Bonitas fotos, por cierto. Para quien le interese, aquí hay una recopilación de los principales monumentos, con plano.
Qué bonitos recuerdos me trae tu post. Me encantó esta ciudad, preciosa y con una excelente gastronomía (fruits de mer, sobre todo). El acuario, fabuloso. Gracias por tu reportaje. Un cordial saludo.
El acuario es una pasada, y hace dos semanas visité el de Zaragoza y resulta que son muy parecidos porque los construyó la misma empresa 🙂
Pues desconozco la zona, pero veo que como muchos rincones del país vecino tiene una pinta fantástica… Qué lástima no me gusten las ostras… ¡¡¡a ese precio!!
un saludo!
Eso pensé yo, no me gustan las ostras pero para alguien que le gusten, es un lugar perfecto para ponerse morado.
Una ciudad preciosa y muy apropiada para los que viajamos en familia.
Totalmente de acuerdo Pau. Además seguro que los niños lo pasarían bomba en el acuario. A mí me encantó!!
Leer tu blog consigue siempre que, sea en tren-hotel que te casiteletransporte, o andando, entren unas ganas enormes de ir a los sitios que describes.
¡A seguir así maja!
muchas gracias, Antonio 🙂