India

TAJ MAHAL, India

El Taj Mahal, nueva maravilla del mundo y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es en realidad un monumento al amor. Mumtaz Mahal le exigió a su marido antes de morir un mausoleo de puro mármol que inmortalizara su amor, pues ésta era la mujer favorita del emperador mogol Shah Jahan, que murió al dar a luz a su 14º hijo. Unos 20.000 obreros y veinte años de trabajo, hicieron falta para cumplir el «capricho».
Al rededor del recinto hay toda clase de vendedores ambulantes, tráfico, etc; sólo las taquillas y un sistema absurdo de seguridad, separa la verdadera India con la puerta de esta maravilla arquitectónica, que combina elementos indios, persas, islámicos, incluso turcos.
Pagamos la entrada, como siempre mucho más cara para los extranjeros: 15€ frente a los 30 céntimos que tienen que pagar los indios.
Da igual lo que cobren, los turistas siempre pagaremos por ver el Taj Mahal, valga lo que valga, y eso lo saben.
Nos quitan mecheros, pipas de fumar y demás objetos que podrían estropear la obra, cuando ellos mismos se la están cargando con la industria contaminante que se encuentra a sus alrededores. Al menos han puesto papeleras en el recinto, son las primeras que veo durante todo el tiempo viajando en la India. Belleza blanca y equilibrio hacen del Taj un oasis en medio del caos.
Una construcción de este tamaño, debe tener una entrada acorde. Para entrar hay que pasar por la Darwaza, un edificio monumental construido en arenisca roja. Lo cruzamos pensando si lo que había al otro lado cumpliría nuestras expectativas.

Nada más atravesar la puerta, los turistas luchan por sacar la mejor instantánea. Yo le hice tantas, que la debí desgastar un poco.

Una pareja de indios se hicieron una foto conmigo y el Taj Mahal de fondo. Primero con el marido, después con la mujer. Como no sabían inglés me quedé con la duda de porqué habían hecho eso.

Otro chico indio que hablaba inglés me explicó que este monumento también es visitado por turistas indios, gente que viene de los pueblos y que en su vida han visto a una occidental. Por eso también se hacen fotos conmigo, porque les resulto algo curioso. Me imagino una foto enmarcada en la que salga yo, en la estantería de una casa de pueblo.


Nos hacemos las típicas fotos, incluso tenemos una panorámica en la que salimos los cuatro, dos veces cada uno.
Seguimos por el jardín, que mide 320 x 300 metros e incluye canteros de flores, senderos elevados, avenidas de árboles, fuentes, cursos de agua, y piletas que reflejan la imagen de los edificios en el agua: un diseño inspirado en la tradición persa con el fin de representar a los jardines del paraíso.
El mármol que caracteriza la construcción está por todas partes salpicado de piedras preciosas incrustadas en él y traídas de toda Asia: el jaspe se trajo del Punjab y el cristal y el jade desde China. Desde el Tíbet se trajeron turquesas y desde Afganistán el lapislázuli, mientras que los zafiros provenían de Ceilán y la carnelia de Arabia.
Un microvideo para que os hagáis la idea de su altura:

En el interior se encuentran las réplicas de las tumbas, que se hallan en el sótano, decoradas con los noventa nombres que se le dan al Corán.
No sé cuántas horas estuve, ni cuántas hubiera podido pasar mirando el Taj Mahal, para que me fuera tuvo que anochecer. Una gran maravilla del mundo moderno, que no defrauda y la volveré a visitar si vengo de nuevo a la India.

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