Macedonia

SKOPJE, la capital de Macedonia

Ganesh en Skopje, Macedonia

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No podía hacerme una imagen en la cabeza de lo que me encontraría en Skopje, la capital de Macedonia y ésta situación no se modificaba por lo que leyera o me contaran sobre este país. Ese “¿Y ahí que hay?” fruto de mi ignorancia y mi curiosidad fueron determinantes para aumentar mis ganas de resolver mi pregunta. Necesitaba verlo. Necesitaba observar el aspecto de sus edificios, de su gente, el sonido de su idioma. Vivirlo, no pedía más.
Una de las cosas que ha puesto en movimiento al ser humano ha sido eso, la curiosidad por el mundo que le rodea.

Devota en Skopje, Macedonia

 

Nos despedimos de Bulgaria en la estación de autobuses de Sofía para dirigirnos a Skopje, la capital de Macedonia.
Casualmente y a pesar de que se trataba de un autobús pequeño, había una joven pasajera española que había venido hasta aquí para pasar el verano en casa de su novio, natural de Macedonia. Éste viajaba en el asiento contiguo.
Otro motivo que mueve al ser humano es el amor, está claro.
Viajaban con una pata de jamón para obsequiárselo a los padres del chico. Estoy segura de que el regalo triunfó. La pareja constituyó la nota divertida del viaje gracias a sus conversaciones en spanglish.

— ¡No me habías dicho que tuvieras gatos en tu casa!
—Sí, tengo tres gatitos.
—Pero si me dan alergia. Vas a tener que elegir, ¡o los gatos o yo!
—La decisión es fácil, llevo tres años con los gatos y sólo uno contigo.

En la estación de Skopje nos despedimos de la madrileña y de este macedonio aficionado a las croquetas españolas y fuimos a la salida para pedir un taxi rumbo a nuestro hotel.
Aquí nos intentaron timar de una manera muy original. Aparte de querer cobrarnos de más —como suele ocurrir— tenían la intención de repartirnos a los siete pasajeros en tres taxis de gran tamaño y no en dos (cómo no, en Mercedes de los antiguos). Decían que no cabíamos, ¿desde cuándo no hay espacio en dos coches para siete personas?

Una ciudadana que pasaba por ahí nos dijo ante la asesina mirada de los taxistas que no les hiciéramos caso, que éstos sólo nos querían sacar los cuartos; y nos indicó el lugar en donde se solicitaban los taxistas de verdad: en otra parte de la estación, bajo un puente de carreteras.
Muchas gracias, señora, estas cosas se agradecen.
Por el trayecto hasta el Art-Hostel sólo nos pidieron 1€. La habitación en la que nos alojábamos tenía un toque muy psicodélico y por las noches era agradable estar en el jardín junto a un gran perro holgazán que más bien parecía una alfombra de oso.

Eran las 12 del mediodía y hacía un calor insoportable. En realidad el calor nos había acompañado desde Kiev y seguiría con nosotros hasta Dubrovnik. Como me dijeron tanto en Helsinki como en Münster, “Inés, cuando viajas traes contigo el sol de España”. Sí, y multiplicado por diez.
A los pocos minutos de salir del hotel nos encontramos con el Museo de la Ciudad ubicado en la antigua estación de trenes de Skopje que muestra un gran reloj parado en su fachada. Desde el día 26 de julio de 1963, el reloj dejó de funcionar a las 5:17 am cuando la capital de Macedonia quedó medio destruida por un terremoto con una magnitud de 6,9 en la escala de Richter. El reloj de la antigua estación de tren Skopje se quedó congelado desde entonces manteniendo el preciso instante de la catástrofe que causó la muerte de más de 1000 personas. Así  se convirtió en un monumento a esta tragedia.


Continuamos caminando hacia la plaza Plostad Makedonija. Una estrafalaria iglesia católica nos indicaba que Skopje fue la ciudad natal de la Madre Teresa, Nobel de la paz en 1979 por sus acciones humanitarias (por entonces estos premios se otorgaban a personas que lo merecían). La Casa Memorial de la Madre Teresa (Mother Teresa Memorial House) se construyó en el año 2009. ¡En las primeras tres semanas recibió más de 12000 visitantes!

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Junto a éste, en la plaza mencionada, se puede ver el palacio Ristiḱ, un edificio monumental simbólico en la Plaza Macedonia (con el cartel de «СКОПСКО ‘ en la parte superior que significa» Skopsko «, una popular marca de cerveza local). Un puñado de elementos heterogéneos conformaba esta parte de la ciudad. Edificios retrofuturistas, bloques de arquitectura comunista o brutalista o un museo moderno de estilo grecolatino que se supone que albergará los restos arqueológicos que se están encontrando en distintas excavaciones a lo largo de Macedonia.

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También podían verse aquí un puente de piedra que cruza el río Vadar que me recordó al que puede verse en Zaragoza (ambas ciudades están hermanadas) y unas cuantas esculturas que tampoco casaban mucho entre sí.

panorama skopje

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Aun así la zona tiene su encanto, más aún cuando se puede sentar uno en una de sus numerosas terrazas a disfrutar de su gastronomía o tomar una Skopso. Y eso hicimos. Tomamos una pinta en un chiringuito cubano para comenzar a celebrar el cumpleaños de Jarris, que siempre se las apaña para cumplir años en el extranjero (el año anterior los cumplió en Sarajevo).
No muy lejos se encontraba el histórico barrio turco, dominado por las mezquitas y poblado en su mayoría por musulmanes albaneses.

 

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Macedonia tiene una gran variedad étnica en su población. Según el censo de 2002, la población nacional total de poco más de dos millones se componía de macedonios de etnia eslava (64%), albaneses (25,2%), turcos (3,9%), gitanos (2,7%), serbios (1,8%), y otros grupos como valacos, bosnios y búlgaros (2,4). Esta es la razón por la que los franceses llamaron al famoso postre de frutas “salade macédoine”.
Comimos un plato típico a la entrada del bazar. Varios platillos con tomates naturales, pimientos, tortas de pan, cebolla, carne de cordero y aliños picantes para hacerte tus propios kebaps. Conviene dar un paseo por esta zona y cotillear en el mercado de alimentos, y si eres hombre, intentar visitar una de las mezquitas.

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Tuvimos dos intentos frustrados de entrar en dos de ellas. En la primera nos dijeron directamente que estaba prohibida la entrada. En la segunda hubo un rato de vacile sin saber si nos permitirían verla por dentro o no. Frente al templo había una plazoleta con bancos, ambos estaban protegidos por un muro. Entramos, y en cuanto vieron que en el grupo había una mujer (qué le voy a hacer) nos expulsaron del recinto. He decir que a pesar del calor, vestía pantalón largo y llevaba los hombros cubiertos; mi aspecto era adecuado. Ya sé que me he quejado varias veces sobre asuntos similares, comprended que ésta es una de las pocas cosas que aunque yo no oponga resistencia, no significa que tolere.
No tardó mucho en ocurrir algo que me dio que pensar. Obviamente, no entendí la conversación pero los dos macedonios gesticulaban mucho por lo que me formé una interpretación de la escena. Un anciano nos invitó a visitar no sólo la plaza sino también el interior de su templo. Me imagino que el hombre estaría orgulloso tanto de su religión como de la arquitectura que ésta conlleva y quería que los forasteros de tierras lejanas conocieran su mundo, aun sabiendo que se trataba de una mujer y varios hombres con poco aspecto de profesar el Islam. Cuando nos acercamos a la puerta se levantó un joven que llevaba un rato sentado en un banco. Comenzó a discutir con el anciano señalándome de vez en cuando y transcurridos unos minutos, el mayor de los dos tiró la toalla. El hombre hizo lo que pudo y a mí me entristeció pensar que fuera la nueva generación la que presentase una mayor radicalidad en este aspecto. Espero que fuera una excepción, pero me temo que peco de optimista.
De todos modos no iba a dejar que esto me desaminara, aún quedaban maravillas de Skopje por ver, como la Kale o la fortaleza medieval de Skpoje, que está situada en el punto más alto de la ciudad con vista al río Vardar.

Atardecer en Macedonia

¿Se os ocurre un lugar mejor para descansar de un día entero caminando?
Esa noche cenamos en la terraza del enorme restaurante de la plaza principal. En el cuarto de baño tenían una máquina que lavaba manos, que los burricos de nosotros no supimos utilizar. Muchas risas durante la cena y planes de volver a Macedonia para quitarnos la espinita de no haber visitado Ohrid. Se notaba que ya sólo quedaban dos destinos en nuestra ruta. Y como teníamos un cumpleañero en el grupo, no nos íbamos a quedar sin celebrarlo catando la vida nocturna de Skopje.
Teníamos intención de ir a un garito que se encontraba siguiendo la orilla del río en dirección al estadio, pero durante el camino los cantos de sirenas nos atrajeron hacia otro bar, el Marakaná (Gradski Park bb). El sonido venía de una banda musical que actuaba en esos momentos. La voz de la cantante nos puso a todos los pelos de punta. Bien podría ser ella quien representara a Macedonia en Eurovisión y no los Fruitis. El bar se encontraba en una segunda planta y tenía unos ventanales abiertos, por lo que la gente fumaba y aun así se mantenía ventilado. Teníamos intención de volver temprano al hostal porque al día siguiente teníamos un viaje muy duro: llegar a Montenegro atravesando Kosovo y Albania. Pero las cervezas a 1€, la buena música y el buen rollo nos hizo perder la orientación del tiempo.
Macedonia, volveré para conocerte mejor.

 

calle de Skopje, Macedonia

 

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