Vivir en Camboya 1: Aterrizaje y nefasta experiencia con Juntos por Camboya
El primer día en Camboya con aterrizaje en Siem Reap. Aquí describo mis sensaciones al llegar este país, por qué duré sólo dos semanas en la ONG Juntos por Camboya (together for cambodia) y una historia rocambolesca relacionada con mi mochila.
Como sabréis, hace algo más de un mes llegué a Camboya. He estado subiendo fotos. Vídeos y anécdotas a las redes sociales con el hastag #vivirencamboya porque es un país en el que no doy abasto con todas las cosas que me ocurren. Y ya tengo mi visado para estar un año, así que a lo mejor me quedo “un poco” más…
Lo siento por la calidad de las fotos: he tardado tres semanas en sacar la cámara de la mochila.
Excursiones y actividades en Siem Reap
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Todo empezó cuando me compré un vuelo sólo de ida a Bangkok por las razones que cuento en este post. Pero realmente en donde quería terminar era en Camboya, lo que ocurre es que si vienes por esta zona lo habitual es volar a Bangkok o Kuala Lumpur y de ahí moverse a donde sea sale más económico.
Me pasé cinco días en Bangkok en los que quedé con una amiga y no hice absolutamente nada de turismo: la capital tailandesa me pareció en esta mi tercera ocasión una ciudad menos acogedora, más occidental, más cara y con más mugre por la contaminación. Es increíble cómo cambia la percepción de los lugares según lo hacemos nosotros, aunque en el caso de los precios no se trataba de algo subjetivo: Tailandia es un poco más cara que hace dos años y bastante más que hace diez. Ojo, no he dicho que no me guste Bangkok, sólo que no me gustó tanto.
Colega, ¿dónde está mi mochila?
Me embarqué en un breve vuelo de 45 minutos a Siem Reap, la ciudad camboyana famosa por albergar los templos de Angkor. Pero antes del viaje me ocurrió eso que llamo una “inesada”, aquello tan estrambótico que no conozco a nadie que le haya pasado, pero que por lo que sea, es muy habitual en mi vida.
Me había tenido que levantar a las cinco de la mañana para ir en una furgoneta al aeropuerto. Casi no me podía mover en el vehículo pues habían optimizado el espacio para los clientes y las maletas al máximo. Llegamos al aeropuerto y tras descomprimirme y conseguir salir del vehículo, me di cuenta de que habían repartido casi todos los equipajes. Y el último en entregarse a su dueño fue el mío… oh quizás no. ¡En su lugar me dieron una mochila parecida!
Estaba claro lo que pasaba, alguien se había llevado mi mochila por error: la suya era del mismo modelo pero con banderitas de países.
El conductor quería irse pero le dije que hasta que no solucionara esto no debía marcharse pues era responsabilidad suya o de la empresa en la que trabajaba. Y así pude observar una sucesión de empleados del aeropuerto haciendo como que me ayudaba. El policía me preguntaba varias veces cuándo había visto por última vez mi mochila para que creyera que tenía interés; la de megafonía que si sabía dónde podría estar (¡pues claro que no!); el conductor explicando simplemente que se había perdido algo.
De pronto una chica me vio con la mochila. Estaba contenta de encontrarla pero no me daba la mía. Me dijo con un claro acento ruso que la había facturado.
-“¿¿¿¿¿QUE LA HAS FACTURADO?????”-.
Pensó que era mejor tener equipaje a no tenerlo así que decidió quedarse con el mío asumir mis costumbres y gustos estilísticos. No presentaba ni pizca de arrepentimiento. Me enfadé y le exigí que me lo devolviera a lo que accedió pero caminaba con una pachorra a la mesa de facturación que me puso nerviosa.
Tras unos tres cuartos de hora encontraron mis cosas que iban rumbo a otro país y se pudieron “desfacturar”. Durante la espera de casi una hora empecé a plantearme que no me quedaba otra que hacer un intercambio forzoso. Sería raro pero oye, ella pensaba hacer lo mismo, ¿no?
A todo esto añádele que no había ni desayunado y que tanto estrés antes de mi café de rigor me dejó agotada.
Con tanto trajín se me olvidó pedir que me pusieran en ventanilla y a la izquierda. No es que tenga manías, es que el aeropuerto está cerca del recinto de Angkor y a lo mejor así conseguía verlos desde las alturas. Otra vez la suerte no me acompañó pero ya me daba todo un poco igual.
Una vez en el pequeño aeropuerto de Siem Reap los trámites fueron sencillos. Como quería estar en el país sin prisas, solicité el visado de negocios pues éste puede renovarse por seis meses o un año las veces que se quiera. Ojo, en el documento que te entregan para rellenar en el avión viene indicado con otras palabras y hay que preguntar. Cuesta 30$ y hay que llevar una foto de carnet (aunque a veces ni te la piden).
Me preguntaron cuánto tiempo iba a estar en el país a lo que contesté un mes por no pillarme los dedos. Después para extender la visa en una agencia de viajes sólo te piden dinero y ningún dato más, pero eso ya lo explicaré en otro post.
Nefasta experiencia en la ONG Juntos por Camboya (together for cambodia)
Ahí me vino a buscar en tuk tuk la jefa de la ONG Juntos por Camboya (together for cambodia) y no creía que pudiera estar cansada “tras un vuelo de sólo 45 minutos” (¿os he dicho que me había levantado a las cinco? Y súmale la “inesada”…). Esta falta de empatía me llamó mucho la atención, pero no quise centrarme en eso, no podía ser que las cosas no pararan de torcerse.
El cambio de Bangkok a Camboya es bastante impactante. Aunque hay carreteras, muchos de los caminos están sin asfaltar y acabas llena de polvo. Una mascarilla de esas que llevan los chinos cuando se acatarran es de gran utilidad.
Sorteamos alguna vaca huesuda y me maravillaba el llanísimo paisaje a base de verdes arrozales y estilizadas palmeras. Una vez en la ciudad no me creía lo que estaba viendo: no era en absoluto como recordaba de cuando estuve hace diez años. Y es que Siem Reap ha crecido mucho a lo ancho, pero no a lo alto: ningún edificio debe superar la altura de Angkor Wat, el olimpo del panteón hindú en Indochina. Y eso consigue evitar el ambiente asfixiante de las grandes metrópolis tropicales.
La ciudad me resultaba amable, con un río que la atraviesa, grandes árboles y parques, muchos restaurantes con fotos suculentas y un tráfico que aunque caótico para un occidental, era un remanso de paz si lo comparamos con su vecina Vietnam.
Me llevó a ver un piso que había visto en un anuncio y me enseñó la ONG al dedillo. Ahí una niña me recibió con abrazos devolviéndome la paz que había perdido en el aeropuerto junto con mi equipaje.
A continuación tomamos algo en la calle de fiesta “Pub Street” y fue muy amable conmigo. Nada me hacía pensar que dos semanas después me humillaría ante cuarenta personas y que acabaría dejando la ONG Juntos por Camboya muy a mi pesar. Todo por una ventana que aseguró que había dejado abierta cuando yo jamás la había tocado. Además aunque lo hubiera hecho no era tan grave porque tenía barrotes y el recinto tiene un sistema de seguridad, así que más bien me pareció que quería hacerme sentir mal por razones que desconozco. Delante de todo el personal en una reunión, me echó una bronca exageradamente larga en la que me ponía a la altura del betún diciendo mil cosas sobre mí (ninguna buena) y me miraba con cara de odio extremo. Fueron unos minutos muy largos y tensos en los que decidí abandonar semejante lugar de ambiente carcelario.
No soy la única que ha abandonado la ONG Juntos por Camboya debido a sus malos tratos con el personal, por eso creo que la jefa debería mejorar su trato a los adultos y voluntarios (sólo trata bien a las señoras de la limpieza, de una manera casi paternalista). Además me hacía sentir con sus comentarios que podría ser una pederasta y no hubo manera de demostrarle lo contrario, ni siquiera con mi documento de antecedentes penales que según ella era falso. Me decía incluso ejemplos de lo que podría ser capaz de hacerle a los niños: «besar a un niño en la boca», «tocarle las tetitas»… tuve que pedirle que se callara porque no quería escuchar semejantes salvajadas. Yo sólo quería ayudar. Incluso me comentó en varias ocasiones lo fácil que sería para ella meterme en la cárcel sin pruebas (una de las ocasiones la grabé con la grabadora de móvil para tener pruebas en caso de que ésto ocurriera, esto es totalmente legal cuando se está en una situación de abuso de parte de un superior). Decía que lo haría en cuanto viera que mi aula tiene la puerta y las cortinas cerradas. Lo cual ocurrió en una ocasión: el sol no nos dejaba ver bien una película así que un niño cerró las cortinas. Yo no me percaté hasta al cabo de un rato pues se trataba de un comportamiento totalmente lógico. De pronto cuando me di cuenta pasé mucho miedo acordándome de sus palabras. Lo había conseguido, ya me tenía atemorizada.
Era una locura pero no quería tirar la toalla tan temprano…
Y eso que me esforcé por enseñar inglés a cuatro niveles diferentes. A pesar de que la oferta que encontré en TodoELE decía que se trataba de un voluntariado para enseñar español, resultó que era mentira y sólo me quería para sustituir a un profesor de inglés que se había ido por motivos muy parecidos a los míos. Cuatro horas más dos de preparación diarias que destinaba a diario a la organización, a cambio al menos de que se me agradeciera el trabajo, cosa que no ocurrió en ninguna ocasión. Sabía que iba a tener que dar alguna clase de inglés, ¡pero no que no fuera a dar ninguna clase de español!
Según la oferta se trataba de un voluntariado a cambio de alojamiento y comida…
La realidad era que pagaba 100$ al mes (de los que no vi ni uno, por supuesto) para el alojamiento. Desde luego que con ese dinero no llega para vivir. Ya sólo el visado para quedarse son 290$ que corrieron de mi bolsillo.
Respecto a la comida, me dejaban un plato preparado en el comedor por si no coincidía con el horario de los alumnos. Se trataba de arroz con huesos o espinas. Mientras a los niños les deban arroz con carne y pescado, a mí sólo me ponía piezas de las que no rascaba nada. Así que básicamente mi alimentación se basaba en arroz con alguna salsa y verduras pero ninguna aportación proteica – a excepción de las hormigas-.
Y por si fuera poco, se encargaba de repetirme que tenía terminantemente prohibido compaginar la labor de la ONG Juntos por Camboya con otro trabajo, ni siquiera me permitía dar clases privadas de español. Que tenía que vivir de mis ahorros, me decía. Incluso me preguntó cuál era la cantidad de dinero exacta que tenía en el banco. ¡Vaya jeta!
Le encantaba ponerme las cosas difíciles: por ejemplo no me dejaba llevarme los libros de texto a casa para preparar las clases porque estaba segura de que me iba a dedicar a fotocopiarlos para venderlos y forrarme por ahí, una extraña obsesión que me repetía a diario. Por eso tenía que ir con mucha antelación a la ONG Juntos por Camboya que se encuentra a las afueras de la ciudad y si me sobraba tiempo de preparación de las clases, me quedaba ahí muy aburrida dando algún paseo bajo la solana. Tampoco me dejaba utilizar la fotocopiadora.
Los estudiantes, en cambio, sí que eran muy agradecidos y participaban en todo lo que les proponía con mucho entusiasmo. En Camboya en general y en Siem Reap en particular hay muchas ONGs así que creo que hay que quedarse en aquella en la que una se sienta a gusto y valorada. Y si no es así, pues ¡hasta luego!
Mi consejo es que en cuanto percibáis algo turbio, busquéis otra cosa porque nadie tiene el derecho de degradar a otra persona. Y si recibís un mal trato, publicadlo en Internet para que otros voluntarios no tengan que pasar por lo mismo.
Editado en diciembre 2017: Yo como decidí no volver a exponerme a recibir abusos, monté mi propia academia de español: una bonita experiencia que me ha permitido además de mantenerme económicamente, aprender mucho más sobre la enseñanza del español, conocer a mis alumnos y realizar lo que de verdad había venido a hacer.
Volviendo al primer día en Siem Reap…
Pero también ha habido gente que me ha hecho la vida más fácil.
Volviendo al primer día en Camboya, por la noche quedé en un pequeño bar de una calle tranquila (Sok San road) con la que sería mi ángel de la guarda. Una amiga que me acogió en su casa hasta que encontrara donde vivir, que me dejó una bici y un casco desde el primer día, que me ayudó a enterarme de cómo funcionan las cosas, de dónde están aquellas comodidades occidentales o incluso, de cómo se compra un electrodoméstico.
Y los mojitos a 1$.
Al irme a dormir ese día en el que había conocido a la peor y a la mejor persona de mi futura estancia, me di cuenta de que hacía años que no había tenido un día tan intenso. Y aunque estaba agotada, me sentí más viva que nunca: aún no me había ocurrido nada malo y era optimista. Ahora que ha pasado casi un mes desde que llegué y que he superado el mal trago de la ONG Juntos por Camboya, tengo más ganas que nunca de recorrer este país que tanto me está gustando.
Hola Ines, mi nombre es Max y estoy pensando en vivir en Cambodia con mi familia por un periodo de un año solo como experiencia de vida. He vivido dos años en Barcelona y el ultimo año en Tailandia. Cuentame que te ha gustado mas y que menos.(mi email es mcmontoy@uc.cl)
Saludos y gracias
Pues lamento informar de que esta tipa, de nombre L., acaba de hacerle exactamente lo mismo a un amigo mío. Chillando como una energúmena, le ha recriminado haber llegado 20 minutos tarde a la cena. Acto seguido, le ha «sugerido», a menos de 96 horas de llegar a Camboya desde España, que se tome un tiempo de «reflexión» para preguntarse a sí mismo si de verdad es la persona más idónea para desempeñar labor alguna en esa ONG, donde la entrega y dedicación son fundamentales. Ella hablando de idoneidad. Ella, que al parecer estuvo investigada por apropiación indebida. Hablemos claro: viendo el historial de recriminaciones y machaque psicológico, resulta más que evidente que L. adolece de una patología mental no diagnosticada y que, evidentemente, se niega a tratar con los preceptivos fármacos. En manos de semejante peligro con piernas se encuentra la ONG «juntos por Camboya». Aviso para navegantes.
¡Buenas!
Precisamente conté lo que me había pasado por aquí para que a nadie más le volviera a pasar. Tu amigo tendría que haber investigado más y no meterse en la boca del lobo. Como bien has dicho, es obvio que esa mujer no está bien de la cabeza y que disfruta viendo sufrir a la gente. Seguro que tu amigo, igual que yo, vino con mucha ilusión y buenas intenciones. Algo que ella no puede soportar e intenta amargar y llevar al extremo a la persona inventándose delitos. Y si no los encuentra, sobre exagera algo… en mi caso el haberme dejado abierta una ventana (aunque no fui yo) y en el suyo, llegar un rato tarde a cenar.
Espero que la próxima persona investigue un poco en Internet, y no pierda el tiempo con la señora L. L. G.
Esta gente siempre acaba quedándose sola.
Que horrible experiencia la de la ONG! Me alegra que no haya arruinado ti experiencia. Un saludo!
Cosas buenas o cosas malas el resumen de «estoy más viva que nunca» es lo más valioso.
Visto a la distancia (en tiempo y en espacio) es fácil teorizar desde un sillón aunque me imagino que por momentos la pasaste p*tas, pero te quedan las cosas buenas, las anécdotas y el vivir
Un fuerte abrazo maja
Bueno, fue una experiencia frustrante la de la ONG pero la verdad es que ya iba mentalizada de que si esto pasaba, no me iba a venir abajo. Había cosas en la comunicación que recibía que me hacía pensar que a lo mejor no me tratarían bien. Pero prefería comprobarlo. Mi intuición fue certera así que bueno, a seguir hacia adelante.
Saludos!
Que buena historia, comienzas por Bankok y dejas lo realmente bueno para el final. Jajaj Inesadas pasan de vez en cuando. A mi me usó una ONG en filipinas que publicaba cosas que no hacia y cuando los dejé seguian tomandole fotos a mis proyectos y pidiendo dinero. Saludos!
A raíz de esto mucha gente me está contando lo que les ha pasado con diversas ONGs. Deberíamops hacer una especie de tripadvisor de las ONGs
Madre mía nena! Con todas tus aventuras voy a escribir el guión de un culebron!! Que aventurera eres mi loquita! Qué de anécdotas tendrás para contar! Sigue disfrutando y aprovechando la vida! N besote desde Tenerife!
Has escrito ese comentario diafrazada de Carnaval?
La verdad es que pasan muchas cositas pero empiezo a acostumbrarme al lugar… y a esas cositas 😉
A ver si te vienes que te gustará
Que fuerte!! Me has dejado de piedra con lo que la chica hubiera factura un equipaje que no era suyo. Saludos
La gente está fatal de la cabeza.
Vaya susto con la mochila!!! Y lo de la ONG…. sin palabras, vi un reportaje de las ONG de Camboya y no me gustó nada el ambiente que había, pero lo que no nos mata, nos hace más fuertes!!
Animo con tu aventura camboyana y a seguir informándonos
Me puedes decir cómo se llama ese documental?
Aquí hay ONGs buenas. También las hay que se aprovechan de lo recaudado, que hacen pagar a los voluntarios y que realmente son un negocio y las que no hacen pagar al voluntario o incluso le mantienen y por lo tanto creen que te están perdonando la vida, como fue el caso de la ONG a la que fui.