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10 destinos a los que me gustaría volver

ines cuba

La autora de este blog en Cuba, año 1999

Echando la vista atrás me entran ganas de viajar en el tiempo para poder ir a otros lugares que ya no existen. Y no digo que ya no estén porque los años los hayan cambiado, que también, sino porque mi percepción no es la misma que entonces. Por eso a continuación os voy a hablar de destinos a los que más me gustaría volver, pero al mismo tiempo me da miedo hacerlo porque mi regreso podría arruinar los recuerdos magnificados que tengo. ¿Entendéis lo que os quiero decir? No es lo mismo aparecer en Tailandia cuando no has salido de España, que con un currículum viajero de 60 países.
Por supuesto estoy dispuesta a correr el riesgo y regresar a cada uno de estos destinos. ¡De cabeza!

 

1. La Habana

Tenía trece años y viajaba con mi familia. A la llegada al país insular me llamó la atención el sofocante calor a la espera en el control de inmigración y que el termómetro sólo marcara 28ºC. Es que hay un 100% de humedad, me dijeron. Qué raro, pensé, pues no estamos nadando en líquido.
Por formalidad nos llevaron a interrogarnos por separado. Cuando llegó mi turno entré a una habitación con un policía con la silla reclinada echando una siesta. Como a la mayoría de la gente no le sienta bien que la despierten, me quedé un rato de pie para disimular ante los que estaban fuera y cuando me pareció que llevaba el tiempo suficiente ahí dentro, salí. “¿Qué tal ha ido, Inés?”, “Bien, no me han preguntado nada”.
En la Habana me sorprendía que el crecimiento de los gigantescos árboles, algunos hasta con lianas (nunca había visto una) no estuviera reñido con el asfalto de la ciudad. En ocasiones hasta se llevaban demasiado bien en tramos donde las raíces levantaban la acera. La gente se alegraba cuando les regalábamos periódicos del avión con información del exterior. Yo no entendía nada.
Recuerdo llegar al hotel y que unos músicos cantaban “… de tu querida presencia, comandante Che Guevara…” o que una vez en Varadero me maravillara que nada más meterme en el agua pudiera ver peces de todos los colores -de algunos hasta me sabía su precio en pesetas por haberlos visto tantas veces en la tienda de animales, en la sección de peces prohibitivos de agua salada-, o que en los espectáculos musicales los bailarines movieran su trasero a una velocidad que no sabía que fuera posible.
Y cómo no, también quiero volver antes de que aparezca una nueva Cuba ante su inminente apertura.

 lianas la habana

 

2. Puerto Rico

Aquí ya tengo 17 años y viajo con la Ruta Quetzal que ahora ha sido bautizada con un nombre infinitamente menos romántico: Ruta BBVA. Tras una noche en un mareante ferry desde República Dominicana llegamos a la isla estrella donde nos esperaban unos coloridos monstruos y un discurso que comenzaba con el “Bienvenidos al estado libre asociado de Puelto Lico”.
El primer día me di cuenta de que este lugar reunía lo mejor del Caribe, la alegría de la gente y el colorido, y lo mejor de los Estados Unidos: la riqueza y las comodidades como el agua potable. Sobre todo el agua potable.
Tengo recuerdos muy difusos pero nunca olvidaré la enorme fortaleza anti piratas de San Juan, lo bien que bailaba todo el mundo incluido niños pequeños y ancianos, el estruendo nocturno de la selva al acampar en medio de ella, el impresionante radiotelescopio que algún día nos traerá mensajes de seres lejanos, “los cubanitos” o como llamaban a las luciérnagas voladoras que iluminaban el camino por la noche, el reggaetón que escuché ahí por primera vez pues aún no se había extendido por el mundo (la verdad es que podría haberse quedado en su sitio) o las impresionantes vistas selváticas tras haber llegado a la cima de El Yunque.

puerto rico mounstros

 

3. Ko Phangan (o cualquier isla de Tailandia)

Digo Ko Phangan porque fue la isla de Tailandia que más me gustó, pero bien podría tratarse de una isla más escondida, menos turística, a ser posible que no salga en la Lonely Planet o que si lo hace, esté en letra pequeña (no voy a decir cuál tengo en mente antes de ir, ya os enteraréis si voy por ahí).
En fin, creo que aquí alcancé la felicidad absoluta de quién viene por primera vez a Asia con cierto miedo y se encuentra con un paraíso en el que todo es perfección. Poder alojarme en un bungalow baratísimo en primera línea de una playa de postal. Pasear por la isla devolviendo los saludos a los simpáticos lugareños o manteniendo con ellos básicas pero divertidas conversaciones, y parar cuando quiera a saborear un Pad Thai con una cerveza fresca. Poco más necesito. O nada más.
Bueno sí, era joven y me iba más la fiesta que a un tonto un lápiz. Así que me pareció fascinante la Full Moon Party: gente venida de todos los países del mundo haciendo una gran fiesta en la playa, descalzos, con malabaristas de fuego y cubatas servidos en cubos playeros de plástico.
De hecho cuando tengo épocas de agobio o de tristeza, me entran unas ganas tremendas de teletransportarme a Ko Phangan o a otra isla igual de bonita.

tailandia

 

4. Isla Príncipe, Santo Tomé y Príncipe

A mis conocidos les tengo mareados de tanto hablarles de esta isla de Santo Tomé y Príncipe. Para empezar, acceder a ella es complicado. Se encuentra en el golfo de Guinea, en esa hendidura que vemos en la parte oeste de la geografía africana. Desde la isla de Sao Tomé hay que tomar una avioneta de hélices: el pasaje cuesta caro pero merece la pena conocer un lugar. ¿Qué puede haber mejor que irse a una isla desierta? Una isla con un puñado de personas, reconozcamos que nosotros solos nos aburriríamos.
El aterrizaje en sí ya fue espectacular, pensaba que no iba a atinar a la pequeña pista en medio de la selva. Al no haber transporte público, llegamos a su capital Santo Antonio en el coche de un lugareño y vimos que no era más que un pueblo con su bar, su cajero automático estropeado desde tiempos inmemoriales, sus tres hoteles (¿para qué tantos si era la única turista de la isla?) y sus veinte órdenes religiosas. Cabe destacar una, la de la Iglesia Universal del Reino de Dios que nos permitió asistir a impactantes ritos de exorcismos que aún no me he conseguido explicar.
Por el día podía relajarme en solitario en preciosas playas que parecían sacadas de un anuncio de Bacardi, explorar las antiguas plantaciones de cacao hoy en día ocupadas por principeses o caminar por senderos de tierra rojiza: a cada palmada que daba, decenas de aves de todos los colores salían despedidas de las copas de los árboles.
Y sin buscarlo, vimos en la pequeña isla de Rholas una ballena saltando del agua.
Pura magia.

sao tome principe

 

5. Ankleshwar, India

La población india de Ankleshwar protagoniza el mayor motivo por el que ha merecido la pena abrir este blog. En el 2008 visité el internado en el que muchos chavales reciben alojamiento, comida, educación y mucho cariño. Son niños adhivasis -sin casta-. Se les recuerda que son personas dignas y además, cuando superan el décimo curso, pueden pasar a estudiar formación profesional y poder valerse por sí mismos. Si queréis saber más sobre la organización podéis ver este vídeo o leer el post que escribí en su día.
Gracias a esta pequeña difusión ya han sido varios los niños apadrinados y más de cuarenta chavales han sido contratados con empleos bien pagados. Ésto último fue por pura casualidad: un zaragozano -también llamado Joaquín como el padre jesuita que lo lleva- tenía que visitar unas fábricas de Ankleshwar. La única información que encontró en español fue la de este blog. Me escribió para pedirme consejo y le dije que podía visitar la misión. Lo hizo y no sólo eso: apadrinó a un niño y puso en contacto las fábricas en cuestión con la organización. Humildemente comenta no haber hecho nada especial, pero todos sabemos que ha cambiado la vida de muchas personas.
Ahora por fin se ha constituido como la ONG Val Vikas India.
Si queréis colaborar con ella, apadrinar a un niño o incluso pasar unos días ahí, no dudéis en echarle un ojo. Seguro que el padre de Joaquín os recibe con los brazos abiertos.

apadrinar niño india

 

6. Isla Príncipe Eduardo, Canadá

El estado más pequeño de Canadá, la Isla Príncipe Eduardo es el punto más remoto de mi roadtrip por la costa este y también el origen de esta nación. Durante mi estancia el verano pasado se estaban celebrando los 140 años de la confederación de Canadá. ¿Y por qué quiero volver si lo tengo tan reciente? Pues porque sólo pude estar unos días y me encandiló. Aquí pude conocer la encantadora ciudad de Charlottetown, pasear por la costa llena de dunas rojizas y faros de juguete o rememorar mi niñez lectora visitando un lugar que recrea los escenarios de la novela infantil “Ana de las Tejas verdes”.
Desde luego este remanso de paz merecía dedicarle mucho más tiempo que el puñado días que escogí, aunque bien es cierto que aquí el ritmo va a una velocidad más pausada.
Errores de planificación los tenemos todos.

isla principe eduardo

 

7. Moldavia

Estoy segura de que Moldavia es mucho más que su capital Chisinau y la extraña ciudad de Tiraspol, en ese autodenominado país llamado Transnistria donde los símbolos comunistas te acompañan hasta en su moneda y su frontera inventadas. Sin duda, el lugar más friki en el que he estado nunca, por describirlo de alguna manera.
Conozco más personas que han visitado la Antártida que éste, el país más pobre de Europa. Y en cambio, lo tenemos aquí al lado. Un lugar poco trillado donde viajar por sus zonas rurales estoy segura de que debe ser una experiencia muy interesante. Hace poco me contactó una chica que está haciendo una página de Facebook para que la gente conozca los encantos de su pequeño lugar de origen. Se llama Descubre Moldavia (no es oficial) y la verdad es que me ha dado ganas de volver a este país de Europa del este y conocerla más a fondo.
Me sorprende la cantidad de comentarios que recibe este blog por parte de moldavos, normalmente sorprendidos de que alguien en Esapaña haya escrito sobre sus vacaciones en este atípico destino.
Me pierden los países que aún no han sido moldeados por el turismo, y como veis, no hay que irse muy lejos.

moldavia

 

8. Pokhara, Nepal

El reciente terremoto, sus réplicas, y otro terremoto más han puesto a Nepal en el centro de la información mundial. Una grandísima desgracia que, como siempre parece azotar a quienes menos medios tienen. Pero no me quiero poner triste sino que me quiero quedar con el bonito recuerdo de esta ciudad, que también se ha visto afectada.
Me alojaba en un hostal junto al precioso lago de Pokhara. Desde el clima tropical, vestida con una camiseta de tirantes y pantalones cortos podía admirar la cima del Annapurna, un 8.000 que suele estar rodeado de una masa espesa de nubes pero que de vez en cuando se dejaba asomar su pico más alto. Observar este fenómeno sentada junto al lago, mientras converso con un nepalí junto al fuego de «un cigarro» es para mi un momento top ten.
Pero el paraje aún mejora si puedes ver la cordillera Himalaya, el lago y la ciudad al mismo tiempo. Había que cruzar la masa de agua remando en una canoa. Una vez ahí hacer un trek de un par de horas ante la curiosa mirada de unos búfalos que te siguen con la cabeza pero no con el cuerpo. Hasta que se alcanza una impresionante stupa estratégicamente colocada mirando al valle.
Si queréis colaborar con Nepal pero no sabéis cómo, os recomiendo echar un ojo al post Viajar para vivir o al de Miguel en Ruta.

Lagos-de-Pokhara-Nepal-2

 

9. Islandia

Ver Islandia en una semana es una locura, pero es lo que hice yo y aún así me enamoró su belleza natural. Aquí es posible subirse a un lugar alto, dar una vuelta completa sobre tu eje y no ver ninguna huella humana a la redonda. El aire es extremadamente limpio y la luz es tan irreal que ilumina los paisajes con un halo de HDR. Y además es constante, al haber visitado Islandia en junio en ningún momento se me hizo de noche, es lo que llaman el sol de medianoche: esto te permite visitar, por ejemplo, un lago de icebergs a solas pues a ciertas horas todos los posibles turistas están dormidos. Ponle de fondo una canción de Sigur Rós y termina de sentir que estás en otro planeta.
Qué os voy a contar que no haya dicho ya. Que aquí disfrutarás de una barra libre de cascadas de todas las formas y tamaños, glaciares, pueblos estilo far west y la runtur de Reykiavik. Hay tantos y tantos paisajes alucinantes que me cansé de hacer fotos y no saqué la cámara ante un fenómeno tan increíble como una nube rodillo o una cascada rodeada de columnas basálticas de forma pentagonal (Svartifoss). Y esto me ha hecho daño, en Canadá no me acerqué a que me hicieran pagar un dineral por ver las cataratas del Niágara. Ya había visto muchas recientemente y me parece mucho más elegante no poner puertas al campo, como hace el país vikingo.
Volveré para visitar los lugares que no me dio tiempo a ver, y para ver si consigo juntarme a un simpático frailecillo: durante mi viaje se habían escondido.

Selfoss-3

 

10. Macedonia… o Albania… o Montenegro

Con Macedonia me pasa un poco como Moldavia, que no pude conocer un país si solo he pasado un par de noches en su capital. Macedonia me pareció como su nombre indica, una mezcla de todo: en Skopje vimos bloques de viviendas retrofuturistas, iglesias, mezquitas, un puente romano, una especie de edificio como el Partenón que hace las veces de museo arqueológico, un barrio turco que bien podría llamarse litle Sarajevo y demás resquicios de antiguas civilizaciones que la conquistaron. Me quedaron ganas de ir al lago Ohrid y otros lugares que permanecen alejados del turismo de masas. A Albania sólo estuve de camino a Montenegro. ¡Anda mira, a Montenegro también quiero regresar!
Así que poco más puedo decir, ya os contaré más cuando vuelva a dejarme caer por ahí.

skopje

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